Si algo caracteriza a los territorios despoblados es que son menores las oportunidades de desarrollo; no porque no existan, sino porque no se ven o no se quieren ver. Desgraciadamente en Teruel podríamos citar muchos ejemplos de pérdida de oportunidades, pero hoy nos centraremos en el caso de la Central Térmica de Andorra.
La revolución industrial del s. XVIII para Alemania fue clave para alcanzar su actual nivel de desarrollo. Pero los alemanes no vuelan por los aires su tradición industrial y minera, sino que la integran en sus procesos económicos y la reconvierten para impulsar su nueva economía. En la década de 1990 el cierre de sus plantas fue acompañado por la inclusión en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO de estándares de su patrimonio industrial al tiempo que se creaban rutas turísticas en torno a esa cultura industrial y minera. Convirtiendo su antiguo patrimonio industrial en seña de identidad para revitalizar el crecimiento de sus regiones. Utilizaron la crisis como oportunidad. Alemania apostó desde el principio por el desarrollo de una actividad turística vinculada a su patrimonio industrial, protegiendo sus fábricas, minas y recursos industriales a medida que cesaban su actividad. Destacan sobre todo los Planes de desarrollo de la Cuenca del Ruhr donde se mezclan de forma sublime sus viviendas, sus parques, la investigación y las nuevas tecnologías con la conservación y reutilización de su patrimonio industrial buscando nuevos usos sin destruir su pasado. El Museo de la Industria del Ruhr o de Wesfalia está formado por varias antiguas plantas industriales del metal, químicas y carbón o el nacimiento de la ruta del hierro de Baviera, por poner algún ejemplo.
Tal consideración tiene el pueblo alemán a su patrimonio industrial que, como dice Dietrich Soyez en su obra “Industrietourismus”: “Aquellos que permitiesen que minas y plantas industriales históricamente significativas fueran derribadas y desaparecieran pasaron a ser vistos como saboteadores del futuro, ya que éstas todavía cumplían con sus metas productivas, aunque ya no de acero o de carbón, sino de conocimiento, arte, cultura y creatividad.”
Fruto de todo este trabajo, Alemania cuenta con 24 de los 58 sitios denominados puntos de anclaje (anchor points) de la Ruta Europea del Patrimonio Industrial (European Route of Industrial Heritage-ERIH).
Pero no solo en Alemania; en buena parte del planeta tenemos ejemplos como en Londres, donde la conservación de la Central de Energía de Bankside acoge en su interior la Colección Británica de Arte moderno o la Central de BatterSea, icono del disco “Animals” de Pink Floid.
Tanto en el Ruhr como en Londres los aprovechamientos urbanísticos hubieran preferido su derribo y empezar nuevas construcciones, pero los costes medioambientales de su demolición y, sobre todo, la valoración de su historia y patrimonio lo convierten en oportunidades de futuro. Por eso no puede entenderse que en Andorra se gasten 50 millones de euros en demoler la Central, cuando lo que sobra es terreno alrededor para sus planes de desarrollo fotovoltaico con un coste muy inferior. La central no impide ni perjudica los proyectos de la empresa.
De la misma forma que el Ruhr no puede entenderse sin su tradición industrial e historia minera, Teruel tampoco. Forma parte de nuestro paisaje. Nos ha impregnado más de un siglo y la enorme inversión en energía renovable, que ahora se está haciendo, no se entendería sin los vestigios de nuestro pasado minero.
Su conservación y reutilización no solo estimularía Andorra, también apoyaría el desarrollo de otras zonas mineras de la provincia, como Ariño, Escucha o Utrillas, cuya conservación del patrimonio minero ya se ha iniciado e impulsaría un nuevo futuro para la olvidada Central de Aliaga y su magnífico parque geológico. Además potenciaría el turismo del Matarraña o el Maestrazgo. Sería un buen ejemplo de diversificación de nuestra economía.
Pero hablemos de quién tiene en su mano agarrar esta oportunidad de desarrollo. En primer lugar, el Gobierno de Aragón y el Ayuntamiento de Andorra, que deben ser los garantes del patrimonio industrial de su territorio. Y para ello, Rolde de Estudios Aragoneses presentó una solicitud de Declaración de Bien de Interés Cultural de la Central de Andorra con un magnífico informe de María Pilar Biel Ibáñez, miembro del TICCIH España (Comité Internacional para la Conservación del Patrimonio Industrial), de la que nada sabemos.
Y, en segundo lugar, dos enormes empresas en capital humano, material e inmaterial, y que cuentan con ingentes recursos y con una ayuda segura del Estado y la Unión Europea para afrontar el reto. Me refiero a SAMCA y ENDESA. Ambas cuentan además con sendas Fundaciones que podrían colaborar porque tienen entre sus objetivos la formación, la educación, el medioambiente, la cultura o el I+D+I.
Ambas empresas han creado su enorme patrimonio gracias a la explotación del territorio turolense y ahora están en deuda con él para no perder sus raíces, su esencia, su propia historia que es la historia también de miles de turolenses que han dado su vida por dichas empresas. Tanto SAMCA como ENDESA disponen de un enorme fondo histórico que la Central de Andorra bien podría acoger. Además, junto a la Central de Andorra se podría visitar al mismo tiempo la generación eléctrica del s. XIX y XX, térmica de carbón y sus minas subterráneas y a cielo abierto, junto con el futuro mayor parque fotovoltaico de Europa (según Endesa) al que podría unirse sus planes con el Hidrógeno verde y la eólica. Todo un conjunto que es necesario que alguien vea y empuje con cariño.
Construyamos y no volemos nuestra esencia y nuestra historia. Teruel es mudéjar pero también es carbón. Las oportunidades hay que aprovecharlas, siempre, y de forma especial en los territorios despoblados. El futuro es prometedor si sabemos coger las oportunidades al vuelo y no hacerlas saltar por los aires.
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