Fue obispo de Teruel, durante dieciocho años conoció y vivió en profundidad los problemas de esta provincia con valentía y compromiso social de acuerdo a los principios cristianos y los derechos humanos, afrontando sin medias tintas sus responsabilidades sociales con la inteligencia, capacidad de diálogo y sinceridad que siempre le caracterizaron. D. Antonio Algora, nacido en La Vilueña, pequeño pueblo zaragozano, vino a Teruel decidido a ser un turolense más. Y lo fue de verdad.
Así lo sentimos cuando, el recién iniciado Teruel existe, se reunió con él en noviembre de 1999, para comunicarle su propósito de convocar, el 1 de diciembre, cinco minutos de paro silencioso por la situación provincial. Era un hombre cercano, vanguardista y entrañable, con mucha juventud dentro y mucha capacidad de trabajo, unidos a un fino sentido crítico tanto del acontecer diario como de las consecuencias que las decisiones por obra u omisión de los entes con poder de cualquier sigla e institución, tenían sobre las distintas clases sociales. Era un Era un cristiano y un demócrata convencido.
Por ese continuado ejercicio de coherencia con sus principios, tomando sus propias palabras, se puso al lado de las gentes que honrada y justamente demandan soluciones a los problemas y situaciones escandalosas para, actualizando numerosos capítulos del evangelio de San Lucas, insistir en ello de palabra y obra durante todo su apostolado. Así que respondió sin ambages estando al lado de las gentes, en esa y en todas las ocasiones, con decisión, franqueza y respeto. D. Antonio, compartiendo la preocupación por esta tierra y por las condiciones de vida de sus habitantes, respondió en conciencia.
A las 12 del mediodía de aquel 1 de diciembre, las campanas de las iglesias turolenses sonaron llamándonos a todos, por encima de las creencias o la ausencia de ellas, para unirnos con su tañido al gesto de justa y pacífica reivindicación. Esas campanadas nos dijeron que Teruel formaba parte de su vida y él formó parte de la nuestra convirtiéndose, para quienes no lo conocíamos mucho, en uno de esos paradigmas sacerdotales respetados por su honestidad y sabiduría, con quien se puede contar con claridad y buen juicio. Por eso cuando lo trasladaron a principios del 2003, sentimos su marcha como si fuera la obligada emigración de un turolense, aun a sabiendas que, lo mandaran donde lo mandaran, la distancia no sería el olvido y estaríamos juntos en los extremos de un cordón hecho de afectos y solidaridad con esta tierra y sus problemas.
- Antonio: En ese nuevo destino que tiene desde ahora y haciéndonos eco de su frase, Dios te paga, hermano, sepa que cada persona de Teruel Existe seguirá agradeciéndole siempre el inolvidable ejemplo de compromiso social y testimonio cristiano que usted nos ha dejado como ciudadano y obispo en esta vida. En la nuestra sobre la tierra turolense tiene un lugar en la mejor eternidad del corazón. Queremos expresarle a la familia y a su homónimo D. Antonio Gómez, nuestro actual obispo, el sincero respeto y entrañable afecto que ocupará en la memoria de quienes hemos tenido el honor de haber compartido en Teruel Existe a este hombre, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Movimiento ciudadano Teruel Existe